Segundo fin de semana Nueva York 2025

Yerrrr desde NYC! (por última vez, casi no me duele escribir esto…)

Aunque parezca mentira, ya hemos vivido nuestro último fin de semana aquí. Nos ha tocado mirar con otros ojos todo lo que hacíamos, como si quisiéramos quedarnos un poquito más (que de hecho, queremos). Y es que este finde lo ha tenido todo. 

11 de julio – Graduation, Chinatown, Little Italy, Soho and Hard Rock

Después de una hora y media de clase por la mañana (que, por cierto, ya se nos pasa volando), tuvimos nuestra ceremonia de graduación. Durante estas dos semanas (aunque parezcan pocas), hemos ido perdiendo el miedo a hablar, hemos aprendido expresiones nuevas, hemos hecho presentaciones en inglés y compartido aula con estudiantes de un montón de países (Italia, Portugal, Francia, República Checa, etc.). Así que, con birrete, certificado en mano y Empire State of Mind sonando de fondo, celebramos que también por aquí hemos aprendido (y bastante).

 

 

 

Después de la comida, nos fuimos directos a Chinatown, Little Italy y SoHo. Chinatown, con sus farolillos y supermercados con mil cosas imposibles de identificar. Little Italy, más tranquila, con olor a pizza en cada esquina y banderas italianas hasta en los semáforos. Y SoHo, lleno de tiendas con escaparates de diseño y calles con ese aire bohemio tan típico.

Cenamos en el Hard Rock Café, y ahí nos llevamos una de las sorpresas del viaje: coincidimos con un evento FIFA y pudimos ver a…¡Camavinga! He de confesar que yo no sabía quién era, pero con que ellos lo supiesen y se emocionasen me sirvió. A partir de ese momento, no sabíamos ni a dónde mirar, pensando que en cualquier momento aparecerían más famosos. Y justo cuando pensábamos que el día ya no podía dar más de sí, vimos el Manhattanhenge, ese momento mágico en el que el sol se alinea perfectamente con las calles de Manhattan. No estaba planeado, pero salió redondo.

Volvimos al campus y acabamos la noche con una partida de Jenga en la common room con nuestros vecinos italianos. Ya nadie se pregunta en qué idioma hablar: entre frases en inglés, bromas en español y alguna palabra suelta en italiano, todo funciona.

12 de julio – Coney Island y Brighton Beach

Después del desayuno nos fuimos hasta Coney Island. El trayecto en metro duró un par de horas, así que algunos aprovecharon para recuperar horas de sueño, otros para charlar y otros para sacar fotos de los demás durmiendo (para más tarde hacer un vídeo recopilatorio de siestas que quedará para el recuerdo). Al llegar, empezamos fuerte con Luna Park, el parque de atracciones junto al mar: La Soarin’ Eagle (que simula el vuelo de un águila con giros y giros), el clásico Thunderbolt (con su caída de 90 grados no apta para cardíacos) y, para los más valientes, el Sling Shot, que te lanza al cielo a más de 140 km/h.

 

 


 

 

 

Después, hot dog obligatorio en Nathan's, y de ahí cada persona eligió su destino: playa, paseo por el muelle o alguna atracción más. Tras el metro de vuelta (otras dos horitas), parada estratégica en Target para reponer snacks. No vamos a decir nombres, pero hay habitaciones que parecen ya mini supermercados internacionales.

13 de julio – Little Island, High Line y The Vessel

Se nota el cansancio acumulado, pero también las ganas de aprovechar hasta el último minuto. Cogimos bus y metro hasta Chelsea Market, uno de esos sitios donde se mezclan olores, idiomas y estilos. En sus pasillos hay desde puestos de tacos y ramen hasta tiendas de arte, libros o productos locales. Aprovechamos para curiosear un poco y comprar algo de comer.

 

 

 

 

De ahí a Little Island, el parque flotante sobre el Hudson construido sobre columnas que parecen pétalos gigantes. Lo curioso es que está ubicado justo donde iba a construirse el muelle que debía recibir al Titanic…pero nunca llegó. Paseamos un rato por allí, hicimos fotos y disfrutamos de las vistas al río antes de seguir.

Después, paseo por la High Line. Con el calor y la semana a cuestas, fue un paseo más tranquilo: paradas en la sombra, fotos con el skyline y algún “cuánto queda” de fondo. Al terminar el recorrido, llegamos hasta The Vessel, esa estructura en forma de colmena de cobre que impresiona aún más cerca, y donde no faltó la foto de grupo, como imaginaréis.

 

 

Cenamos en el Bryant Park y pusimos el broche de oro al día con la visita al Summit One Vanderbilt, uno de los últimos rascacielos en unirse al skyline de Manhattan. Primero pasamos por una planta cubierta de espejos, donde el suelo, las paredes y el techo reflejan todo, creando un efecto infinito que nos dejó con la boca abierta (y con mil fotos). Después entramos en una sala llena de bolas plateadas flotando, que en teoría era para pasear entre ellas… pero claro, en cuanto vimos que rebotaban, empezaron los lanzamientos. Que si una por aquí, otra por allá… Hasta que vino un vigilante de seguridad con cara de “como sigáis así, os echo”. Nos calmamos, más o menos. Y al final, llegamos al mirador nocturno, desde donde se veía todo Manhattan iluminado: Empire State, Chrysler Building, el río... Fue tan bonito que hubo quien soltó alguna lagrimilla. 

 

 

 

De vuelta al campus, nos tocó hacer maletas, firmar las banderas de recuerdo y empezar a hacernos a la idea de que esto se acaba. Bueno, o casi. 

 

14 de julio – Departure Day

Llegó el día que no queríamos que llegara. Nos despertamos pronto, dejamos las habitaciones y fuimos a desayunar por última vez al comedor del campus. Con las maletas ya hechas, salimos a dar una vuelta por el Bronx para hacer las últimas compras: Target, TJ Maxx, Insomnia Cookies (recomendación de Dariel), Krispy Kremenuestras bolsas eran prueba clara de que estábamos exprimiendo hasta el último dólar (y gramo de espacio en la maleta). Algunas hasta aprovecharon para echarse una siesta improvisada en los bancos del campus, porque el cansancio ya empezaba a pasar factura.

Al mediodía tocaba llevar las maletas hasta el edificio O’Hare, donde nos esperaba el autobús. Y como no podía ser de otra manera, algunos lo hicimos a ritmo de carrera. Antes de subir al bus, nos despedimos de Galder, que se quedaba en Nueva York con su prima Esti (eso sí, viajará con la camiseta de EMY por allí y prometió mandarnos fotinchis). Y aunque el FOMO era real, tocaba asumir que el viaje se acababa.

Comimos en Shake Shack, seguimos firmando banderas, vimos una tormenta por la ventana del aeropuerto (obviamente, Nueva York lloraba porque nos íbamos) y leímos los blogs del viaje con alguna que otra lágrima, no vamos a mentir. 

 

 

Todo parecía en orden…hasta que no. Tras dos horas dentro del avión sin despegar y haciendo cálculos sobre el tiempo que teníamos para la conexión en Madrid, confirmamos lo que ya sospechábamos: si queríamos llegar, tendríamos que correr. Así que, efectivamente, cuando por fin aterrizamos, dejamos a Aitana (que se volvía a Córdoba con su familia) y tocó echar una carrera de las buenas: salir del avión, control de pasaportes, tren interno, control de seguridad, buscar la puerta y…(redoble de tambores)...el avión a Bilbao se había ido.

Nos reubicaron en el siguiente, a las 22:10, nos dieron vouchers de comida y cena que, aunque no eran como los de Fordham (porque no los hay iguales), cumplieron con su función: alimentarnos. Dormimos por rincones varios (si esto fuera Booking, podríamos ponerle estrellas a cada banco, suelo o columna) y finalmente, cogimos el vuelo de vuelta.

Llegamos a Bilbao, nos despedimos entre abrazos, banderas firmadas y alguna promesa de reencuentro. Porque este viaje termina… pero todo lo que nos llevamos va con nosotros.

See you soon, NY, and thank you!

Irene

 

 

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