¡Un saludo de nuevo desde Irlanda!
Hoy hemos vivido un día increíble en Dublín, que nos ha dejado un sabor agridulce… ¡porque ha sido nuestra última excursión todos juntos! Ha sido una jornada llena de descubrimientos, risas, momentos especiales y también un poco de nostalgia por lo vivido durante estas semanas.
La mañana comenzó con energía a las 8:45, cuando el autobús nos recogió en Athlone. Durante el trayecto, aprovechamos para ponernos al día: compartimos anécdotas sobre lo que hemos estado haciendo con nuestras familias de acogida y nos enseñamos los increíbles recuerdos que cada uno ha ido recopilando. ¡Ya desde el bus se sentía la emoción por el día que nos esperaba!
Nuestra primera parada fue el Jeanie Johnston Museum, un impresionante barco-museo anclado en el río Liffey. Allí aprendimos sobre las duras condiciones en las que los emigrantes irlandeses viajaban hacia América durante la Gran Hambruna. Nos impactó pensar en todo lo que vivieron esas personas, y fue una forma muy potente de conectar con la historia de Irlanda.
Después, nos dirigimos al EPIC – The Irish Emigration Museum, otro lugar que nos sorprendió por su dinamismo y diseño interactivo. A cada visitante se le entregó un pasaporte que debía sellar al pasar por cada sala, ¡y eso nos encantó! Cada exposición nos hablaba de un aspecto distinto de la emigración irlandesa: la música, el deporte, la política, el arte… Fue muy emocionante descubrir cuánto han aportado los irlandeses al mundo entero. Nos llevamos el pasaporte como recuerdo de esta experiencia tan enriquecedora.
Tras una mañana intensa de aprendizaje, ¡tocaba recargar pilas! Disfrutamos de un rato de tiempo libre por el centro de Dublín, donde aprovechamos para comer y pasear. El buen tiempo acompañaba, y las calles estaban llenas de vida: músicos callejeros, familias, estudiantes… ¡una ciudad con un ambiente increíble!
Ya con energías renovadas, visitamos algunos lugares que no habíamos podido ver en nuestra anterior visita: el Trinity College, con su emblemática arquitectura, la calle O’Connell llena de historia y movimiento, y el río Liffey, que recorrimos con calma, despidiéndonos poco a poco de la ciudad.
También aprovechamos para hacer las últimas compras de recuerdos para nuestras familias, amigos y, por supuesto, para nosotros mismos. ¡Había tantas cosas bonitas que fue difícil elegir!
A las 16:30, con algo de pena pero el corazón lleno, nos dirigimos de nuevo al autobús. El regreso fue tranquilo, con muchas miradas nostálgicas y alguna que otra lagrimilla, sabiendo que la aventura está llegando a su fin. Al llegar a Athlone, cada uno regresó con su familia de acogida para disfrutar de su último finde irlandes, aprovechar cada minuto y despedirse con cariño de esta experiencia que seguro quedará en nuestra memoria para siempre.
Un saludo!
Team Irlanda