Fin cuarta semana Kildare 2018

No lo queríamos ni queremos ver, pero era inevitable. Emociones a flor de piel, nudo en la garganta y las lágrimas peleándose por salir. Esa es la situación detrás de un ordenador cuando te das cuenta de que estás resumiendo las últimas actividades de un mes que nos ha cambiado la vida a los 41 que finalmente vinimos aquí. Un mes que ha forjado una familia que perdurará por muchos años. Un mes que acaba de la mejor manera posible.

Era jueves cuando amanecimos en nuestra cama irlandesa. El tiempo seguía acompañando y los nervios de los que hablábamos en el post anterior, también. Mientras que los que ya habíamos hecho el examen teníamos el speech, las otras dos clases se enfrentaban al examen.

Me salgo un poco del guión para transmitiros, familias, que como monitor no puedo estar más orgulloso de ellos y ellas. Particularmente, de la clase de los speeches. Los días de speech eran los días grandes de la semana y a mí me encantaba esconderme en la clase de al lado y escucharlos todos.

Y esta última semana no fue menos. Me escondí un poco y dejé que el orgullo fuera creciendo en mí hasta salirme por las orejas. No solo la mejora en la expresión inglesa era muy notable, sino que la evolución en lo que a hablar de cara al público se refiere, era sobresaliente, magnífica.

Acabamos, contentas cual castañuelas, y nos subimos al autobús: ¡Nos íbamos a Dún Laoghaire!

Llegamos como una hora después y, cuando bajamos del autobús, un precioso muelle se abría ante nosotros. “Podéis pasear, visitar el pueblo…” nos dijeron. Pero no, la atracción más bonita no era el paisaje, éramos nosotros y nosotras.

Un entorno precioso servía como escenario de una de las tardes más mágicas que recuerdo. Llegamos, nos sentamos a comer y no nos movimos más. Nos abrazamos, nos quisimos, nos sacamos fotos… estuvimos juntos, que era lo que más nos apetecía. Juntos y entremezclados. Más bonito todavía. No había muchos grupos pequeños. Era uno solo. Una sola familia. Una sola y maravillosa familia tremendamente rica.

Llegamos a casa, quedamos, dormimos y, para cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el autobús camino al último día en el colegio.

No hubo clase. Sólo juegos, risas y buen ambiente. Y, de repente, la graduación. Ante la orgullosa mirada de nuestros monitores y profesoras, uno a uno y una a una fuimos saliendo para recoger nuestros títulos. Los halagos de las profesoras no cesaron hasta el último estudiante.

Al fin llegó la tarde. Tarde libre. Tarde de dejarnos recuerdos, de firmarnos banderas mutuamente, de tratar de dejar por escrito un vínculo indescriptible que probablemente siempre recordaremos.

Y así llegó el sábado. Volando, como se ha pasado todo el mes. Nos reunimos en el mismo sitio de siempre, nos subimos al autobús y nos desplazamos a Glendalaugh, uno de los emplazamientos más míticos, llenos de leyendas y famosos de Irlanda. ¡Nos esperaba una sesión de senderismo de unas 3 horas!

Empezamos a caminar por un paisaje precioso. Alguna quejilla quedaba tapada por una risa o un chiste más alto que ésta. Manos cogidas, cariño, sonrisas, carcajadas y naturaleza… ¿se os ocurre alguna combinación mejor?

Sin duda, esta excursión fue el momento más mágico que he vivido este mes aquí. La conexión entre nosotros era simplemente indescriptible, mágica. En definitiva, un broche de oro. Pero no uno cualquiera. El mejor broche de oro que, sinceramente, podía haber imaginado.

Dejando emociones y lloros para el post de despedida, ¡os mandamos un abrazo gigantesco!

¡Y no olvidéis dejarnos algunos likes en el álbum de Facebook Kildare 2018!

ÚLTIMAS ENTRADAS DEL TEMA JÓVENES