Empezamos el resumen de la primera parte de esta cuarta semana… y se empieza a hacer duro, no nos vamos a engañar.
Como todos los domingos, pasamos el día con la familia. Pero este no fue como los anteriores. Se notan las tres semanas con nuestra ya familia irlandesa. Se nota el cariño, la confianza y la comprensión mutua. Y todo eso, indudablemente, hace que cada día con ellos sea aún más divertido, enriquecedor… y, en definitiva, inolvidable.
Cuando el lunes entramos por la puerta del cole, costaba creer que fuera el últ… el tercer lunes… Llegamos a clase, lo hicimos lo mejor que pudimos y… ¡chas! Ya estábamos dentro del autobús rumbo a uno de los estadios más míticos del panorama europeo… ¡El Croke Park!
Tuvimos la oportunidad de aprender algo de la fascinante historia de este enorme estadio que alberga el tercer puesto en la lista de estadios más grandes de Europa. El guía era majísimo y nos fue llevando por todo el estadio regalándonos las geniales curiosidades que escondía cada una de sus esquinas. ¡Incluso tuvimos la oportunidad de probar algunos de los deportes más tradicionales de Irlanda! ¡Lo pasamos bomba!
Y entre una cosa y otra, llegó el martes. Y, como siempre, después de clase nos esperaba una actividad… bueno, o no. Y es que el martes teníamos nuestro día libre.
Me niego a ver que esto se acab… que está muy avanzado, pero se nota en todas y cada una de las cosas que hacemos. Y esta tarde libre fue una de las señales más claras y más mágicas al mismo tiempo. Lo que antes “libre” significaba correr lo más lejos posible de los monitores y gastar lo máximo posible, ahora significaba estar lo más cerca de éstos y seguir conociéndonos, abrazándonos y aprovechando hasta el último segundo de esa confianza total que nos faltaba los primeros días.
Y como cada ratito juntos, se nos pasó en un santiamén y, de repente, nos vimos de nuevo vestidos de gala esperando para destrozar la pista de baile… ¡segunda DISCO NIGHT! Fue genial, aunque, como todo lo bueno, demasiado corto…
El miércoles el autobús daba miedo… sólo había momias. Sin embargo, aunque estuviésemos destrozados, los acontecimientos no lo permitían, así que una lavada de cara con agua bien fría al llegar al cole, un pequeño esfuerzo para ordenar las ideas ¡y a por el examen final!
Lo hicimos, ¡lo bordamos! ¡Qué alegría da escuchar cosas como: “¡Álvaro!, ¡era suuper fácil!”, “¡estaba chupado!”, “¡me ha salido genial!”!
Comimos y, en cuanto acabamos, la profesora de yoga ya estaba preparada para ayudarnos a dar nuestros primeros pasos en esta técnica de relajación y mindfulness que tan de moda se está poniendo en estos últimos años.
Sinceramente, debió de hacerlo fabulosamente bien. Tan tan bien que algunos nos pasamos de frenada en el término “relajación” y caímos unos segunditos en otro que conocemos un poco más: “siesta”. Pero bueno, solo fueron unos minutitos y la profe estaba preparadísima para darnos unas amigables pataditas en los pies para que volviésemos al mundo…
Aún media semana por delante, así que me niego a ponerme sentimental por el momento. Como les he dicho a los maravillosos tesoros que tenéis en casa, ¡sólo quiero ver sonrisas hasta que nos vayamos!
¡Un abrazo enorme familias!